Mucha ilusión me hizo, el encontrar el corazón en el filo de una historia. La recuperaba por amor al arte, lealtad a las cosas más hermosas. El corazón, dibujado, protagonista de una página. Sencillo, carente de intenciones elevadas, dispuesto a jugar. El despiste era su terreno, me habías dicho siempre. Así hablabas en tercera persona de ti mismo, de tu faceta de escritor.
Creí ser afortunada por conocer ese lado oculto tuyo. Me engañé, los años que dura un sueño. El tiempo que una necesita para darse cuenta de que no existe. Ni tiempo, ni años, ni lado conocido, ni lado oculto. Existe el arte, útil, de la ironía engañosa. E incluso ayer me aferré a ella. ¿Cobarde? No. Valiente. Sedienta de riesgo y placer.
Tú no eres especial porque sepas empuñar una pluma, ni por interpretar un texto complejo. Tú eres especial, porque yo te doto de unicidad y éxito. Escojo a mis víctimas, que también son vencedoras. En qué contexto, debes interpretarlo tú. Yo tengo una labor diferente, bien lo sabes. Yo tengo poder. Yo soy la letra. Aquí mando yo.