A través de la pantallita del teléfono móvil, de la interfaz ya repetitiva de la aplicación de mensajería instantánea, he vuelto a imaginar lo que ya creí real hace un año, hace dos, hace tres, hace tanto. ¿Cuántos años llevamos jugando a la vida? ¿Qué sentido tiene?
Esta vez, regresé yo. Y lo hice sin saberlo. Sintiendo un impulso natural, una consecuencia del recuerdo, que se repetía en el curso de los días. Volví y pensé “ya he vuelto a meter la pata”. Y equivocándome contigo, de nuevo encontré un rincón más confortable que cualquier otro recuerdo. Pero qué pasa…
Siempre fuiste ese “algo” pendiente, llámalo amor platónico, llámalo asignatura pendiente. Pero siempre fuiste. Y yo intenté ser. Hoy me pregunto, realmente me interrogo, si esto no es más que un tonteo adolescente que pasó de rosca, o es algo más en dos cobardes. Seguramente sea lo primero, no te entusiasmes. Qué poco me gusta la idea de aceptar una supuesta cobardía.
Y había olvidado tu voz.
¿Elegiste la realidad que te convenía creer?